La Ruta de la Peña Amaya
En el noroeste de la provincia de Burgos y justo en la zona en donde se establece el contacto entre la Cordillera Cantábrica y la Cuenca Sedimentaria del Duero se localiza la comarca de Las Loras. Un original relieve a base de largas y estrechas estructuras rocosas, conocidas como loras, caracteriza el abrupto paisaje de la región. Sobre todas las demás y como un inmenso navío varado entre los trigales de la llanura destaca Peña Amaya. Aunque parezca increíble sus solitarios y casi olvidados peñascos constituyen uno de los enclaves más señalados dentro de la arqueología y la historia del norte de la península Ibérica.
Amaya
El recorrido se inicia en el actual Amaya, pueblo que tomó el nombre de la antigua ciudad situada en lo alto de la peña. Una pista de tierra (para no alterar a las numerosas aves rapaces que anidan en los cantiles rocosos lo mejor es ascender andando) permite llegar cómodamente a la entrada del antiguo poblado. La ocupación humana de Amaya se inicia con la Edad del Bronce; posteriormente fue una importante ciudad de la Cantabria prerromana que acabó siendo conquistada por las legiones de Roma. Con el paso de los siglos se convirtió en capital de uno de los ducados visigodos. No acabaría ahí su fecunda historia, ya que durante toda la reconquista fue un disputado baluarte entre musulmanes y cristianos. De todo este pasado glorioso sólo quedan unos pocos testimonios arqueológicos.
Una histórica ciudad Justo al final de la pista de tierra que asciende desde el pueblo y en un área de 1.200 x 200 metros pueden reconocerse las huellas de un importante núcleo de población que abarca como hemos dicho desde la Edad del Bronce hasta los tiempos medievales. Un camino permite atravesar unos amontonamientos de piedras que recuerdan estructuras de casas y calles antiguas. También se reconocen los restos de varias murallas concéntricas que protegían aquellos lugares en donde los enriscados peñascos no eran suficientes. Es muy probable que el visitante descubra en la soledad de la peña la presencia de un curioso y entrañable personaje que responde al nombre de "Joselón". Guarda de Peña Amaya, nadie mejor que él para guiarnos por estos intrincados lugares. No hay que dejar de visitar la gran mole caliza conocida como El Castillo, verdadera acrópolis natural en la que resistieron los habitantes de Amaya los numerosos sitios de su disputada ciudad. Son los propios historiadores romanos los que narran el asedio al que fue sometida la antigua ciudad cántabra de Amaya por las tropas mandadas por el mismísimo emperador Augusto.
Desaparecida la autoridad romana, los cántabros volvieron a vivir en un régimen de autogobierno hasta el 574 después de Cristo, año en el que el rey visigodo Leovigildo entrando en Cantabria dio muerte a sus jefes y ocupó su capital, Amaya. No acabarían aquí las disputas por la posesión de esta estratégica ciudad, ya que en el 711, una columna musulmana bajo el mando de Tarik (ese mismo año había comenzado la invasión de la Península) llega hasta Amaya y la ocupa. Tendrían que pasar casi 150 años para que los cristianos reconquistasen definitivamente Amaya. Así en el 860, Rodrigo, el primer conde de Castilla pobló de nuevo la ciudad. El avance de la reconquista terminó con su legendario pasado.
La vuelta a la Peña Tras admirar el extraordinario paisaje que se domina desde los más de 1.300 metros de Peña Amaya, hay que descender y continuar el recorrido que, por Villamartín de Villadiego, se dirige a la búsqueda de Humada.
Humada
Dominando este pueblo y todo el valle del río Odra aparece el farallón rocoso de La Ulaña, en su cima se han localizado varios castros amurallados de la Edad del Hierro.
De Humada a Rebolledo de la Torre
Saliendo de Humada por la carretera que conduce al cercano Valdelucio se puede ascender hasta lo alto de un portillo desde el que se contempla una espectacular panorámica del conjunto de la comarca de Las Loras. Con un poco de atención son fáciles de localizar las principales estructuras de este original relieve de sinclinales colgados: Peña Amaya, Barriolucio, Carrascal, Tuerces, Humada, Rebolledo, Albacastro, Villela, Cuevas y La Pinza. Todo este conjunto de escarpadas y desnudas formaciones rocosas conforma un auténtico paraíso para las rapaces.
Desde Humada el periplo prosigue por Fuenteodra, Rebolledo de Traspeña, Valtierra de Albacastro y el abandonado Albacastro, que todavía conserva los restos expoliados de una iglesia románica. Todos estos pueblos comparten una arquitectura popular en la que se mezclan el empleo de la abundante piedra con la utilización de entramados de madera rellenos de adobe y ladrillo.
Barbadillo de Herreros
En Rebolledo de la Torre, además de la más bella galería románica de España, uno de los pocos restos de la época que aparece firmado por su autor (Juan de Piasca - 1186), se encuentra la torre que da nombre al pueblo. Perteneciente a la familia de los Lasso de la Vega y construido entre finales del siglo XIII y principios del XIV, este castillo consta de una torre desmochada y de un cerca exterior poligonal rodeada de un foso. Para completar el circuito alrededor de Peña Amaya hay que internarse en tierras palentinas y, después de cruzar el Pisuerga, alcanzar la localidad de Alar del Rey. Tras contemplar los primeros tramos del Canal de Castilla (construido por los ilustrados españoles a mediados del siglo XVIII) en las inmediaciones de Alar del Rey, es necesario regresar a tierras burgalesas a través de la carretera que por Cuevas de Amaya, Salazar de Amaya y Sotresgudo, conduce de nuevo al inicio de la ruta.
Huerta de Abajo y Tolbaños de Arriba
Para finalizar este intenso recorrido serrano hay que volver hacia Huerta de Arriba y tomar la desviación que se dirige hacia Tolbaños. Tanto Tolbaños de Arriba como el de Abajo, como Huerta de Abajo (Capital Administrativa del Valle de Valdelaguna) conservan también un interesante patrimonio artístico y tradicional. En Huerta de Abajo y en la orilla del río Tejero se mantienen los restos de una ferrería del s. XV. De la larga tradición metalúrgica de Valdelaguna da fe el hallazgo de un depósito de hachas, puñales, lanzas y hojas de afeitar pertenecientes al Bronce Final.